ARTE / El número áureo en las artes plásticas

Las obras de arte son extensiones vivas y renovadoras de los creadores que las confeccionaron. 
Una vez puestas a consideración de las miradas, transmiten la vital energía que una vez fluyó mientras eran estructuradas en la mente del artista.

Cuando vemos una obra de arte, ya sea pintura, dibujo, grabado o escultura, recibimos una carga de sentimientos y sensaciones que a veces disfrutamos y otras no podemos definir qué transmiten pero, sin dudas nos estremecen.
¿De qué artimañas se ha valido el artista para dejar una obra que además de sobrevivirlo lo eterniza?, ¿Cuál es la receta mágica para que el arte sea eterno por naturaleza y nos mantenga en constante vilo de energías atrapantes?. Una posible respuesta a estas incógnitas es el orden por el cual el artista ha encausado sus sentimientos, ideas o inspiración. 

El orden en el proceso creador corresponde al campo de las matemáticas. Tal como ocurre en la misma naturaleza, donde las matemáticas demuestran la belleza de las formas, en las obras artística rige el mismo principio compositivo. 
Ya desde los primeros tiempos prehistóricos el hombre en su intento de explicar el mundo, comenzaba a plasmar sus ideas o realidades en las cuevas con tal maestría que no hay dudas que en sus diseños la composición matemática se manifestaba de forma intuitiva pero tremendamente gratificante. Hay muchos ejemplos de bellas representaciones en las paredes de las cuevas de Lacaux, Altamira o Lespugne. 
Según Thomas Taylor, todas las formas matemáticas tienen una permanencia primera en el alma de tal modo que, antes de lo sensible, ésta contiene números con su propia dinámica: figuras vitales antes de las aparentes; razones armónicas antes que cosas armonizadas; y círculos invisibles antes de los cuerpos que se mueven en el círculo.
En el arte paleolítico, el dominio del dibujo o la línea se hace manifiesto, el color luce un brillo nunca antes conocido y las figuras se tornan más bellas, más impactantes, más mágicas. Detrás de ese mundo de sentidos se en cierra un enigmático cuerpo de números, líneas y relaciones matemáticas que laten de forma inconsciente dentro de la mente del artista primitivo. 
Él no conoce que posee ese conocimiento, no es consciente, pero disfruta al ver los resultados, experimenta, se deja llevar por una extraña fuerza, borra, arma, desarma, sube y baja las figuras hasta que quedan bien planteadas en el espacio.
El artista nunca pudo imaginar que la ubicación de las flechas en su pintura estaba relacionada matemáticamente al hecho de detener el animal, de matarlo. La coincidencia matemática de este ejemplo demuestra que, ya desde aquellos tiempos, el impulso creador estaba asociado inconscientemente al sentimiento del placer y de belleza.
Dice Thomas Taylor: “La geometría le permite a su devoto, como un puente, franquear la oscuridad de la naturaleza material, como si fuese un mar oscuro, hacia las regiones luminosas de la realidad perfecta.” De esta manera, cuando creaba su caballo salvaje, el artista primitivo estaba imbuido inconscientemente dentro de las leyes de las matemáticas y la geometría.
Ejemplos magistrales de que aquel conocimiento empírico ya era presentido, son las líneas compositivas del “caballo salvaje” de Lascaux y el esquema de una de las más bellas y antiguas esculturas en la historia del hombre, la Venus de Willendorf: la belleza de sus líneas, la suavidad de su peinado; en ella todo es armónico.
Es el primer ejemplo de obra maestra en la historia del arte. Las suaves líneas que adornan esta escultura responden a la relación áurea del número 0.618. El esquema demuestra que la suavidad de su atractivo descansa en el enigmático mundo de las relaciones y proporciones. Es nuestra primera obra de arte maestra después de la cual vendrían de forma continua otros ejemplos no menos magistrales.
Todos ellos vendrían de la mano de una relación numérica diseñada por la misma naturaleza: la del número áureo que, muchos siglos más tarde, los griegos descubrirían haciéndola consciente. El número de la belleza eterna ya tenía forma 0. 618. Pero no sería (como ya hemos dicho antes) hasta la Grecia antigua que estas relaciones matemáticas comienzan a tener forma consciente en la mente del hombre occidental. Son ellos los que comienzan a llamar SIMETRÍA a las relaciones de ritmo armónico adoptado para el arte del espacio.
Platón nos deja la máxima de las relaciones cuando afirma: “Es imposible combinar bien dos cosas sin una tercera, hace falta una relación entre ellas que la ensamble. La mejor ligazón para estas relaciones es el todo. La suma de las partes, como todo, es la más perfecta relación de proporciones”. 
Platón consideraba la geometría y los números como el más conciso y esencial de los lenguajes filosóficos. 
Pero no era sino en virtud de su funcionamiento a cierto nivel de realidad, que la geometría y los números podían convertirse en un vehículo para la contemplación filosófica.
Ya en pleno Renacimiento, Fray Luca Pacioli publicó un tratado titulado: “De Divina Proportione” (1494) donde trataba de explicar las formas compositivas de los pintores del cuattrocento. En dicho tratado, Luca Pacioli reunía todos los conocimientos algebraicos que habían existido en siglos anteriores. El estudio de este tratado general dio pie a nuevos descubrimientos en los años posteriores a su publicación. 
En el Renacimiento fue la obra de Luca Pacioli “De Divina Proporcione” la que genera un estudio más profundo y sistemático de las obras de arte. Desde entonces dibujo, pintura y escultura estuvieron bajo la lupa del reino de las matemáticas y la geometría.
Es con Leonardo da Vinci que el estudio matemático de las obras de arte llega a su máximo esplendor. La Mona Lisa o el Canon de las proporciones son dos ejemplos supremos del dominio alcanzado por este genio del renacimiento. 
El desarrollo del estudio de las matemáticas, la geometría y el número áureo en los siglos posteriores continuó su evolución, y en el siglo XX varios artistas continuaban con esta tradición. Pablo Tosto, escultor argentino nacido en Sicilia, publicó en 1969 un tratado magistral titulado “La composición Áurea en la Artes Plásticas” donde explica con lujo de detalles todas las áreas relacionadas con la belleza áurea.
En su libro, Tosto avanza en un sector poco trillado en el cual explica que las relaciones áureas pueden ser definidas perfectamente desde el espectro cromático, que la gama luminosa puede ser estudiada y dividida matemáticamente según el estilo, y además explica la disposición de masa en el plano. 
Es el arte el camino más profundo que tiene el alma humana para manifestarse. Desde el paleolítico, el hombre ha buscado sin descanso el camino de la perfección. De la mano del arte y de la proporción áurea, este sueño ha dejado una huella indeleble en la memoria histórica. Por eso el estudio de las formas matemáticas como metodología para disfrutar e interpretar el arte debe ser una materia constante en el conocimiento humano.

por: Juan Francisco Cancio
PINTURA: Juan Francisco Cancio